miércoles, 16 de mayo de 2012

LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA Y EL NEGOCIO DE LA SALUD




LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA, UN NEGOCIO MAFIOSO


 El mercado farmacéutico mueve unos 200.000 millones de dólares al año. Un monto superior a las ganancias que brindan la venta de armas o las telecomunicaciones. Por cada dólar invertido en la fabricación de un medicamento se obtienen mil en el mercado. Y las multinacionales farmacéuticas saben que se mueven en un terreno de juego seguro: si alguien necesita una medicina, no va a escatimar dinero para comprarla. Este mercado, además, es uno de los más monopolizados del planeta, ya que sólo 25 corporaciones copan el 50 por ciento del total de ventas. De ellas, las seis principales compañías del sector –Bayer, Novartis, Merck, Pfizer, Roche y Glaxo- suman anualmente miles de millones de dólares de ganancias
No reparan en aplastar a competidores menores y a atacar a gobiernos débiles que intenten enfrentarlas y, lo que es peor, mantener precios prohibitivos para las poblaciones de escasos recursos


Hipocráticos hipócritas
Hace tiempo que es vox pópuli el hecho de que los laboratorios acosan a los médicos para que éstos receten con exclusividad sus productos. Un acoso nada incómodo para los profesionales de la salud, ya que por aceptarlo se llevan no pocos beneficios. Lamentablemente hoy en día son una gran mayoría los médicos que de buen grado se dejan caer en las redes de este soborno. Incluso puede observarse, cuando alguien va a atenderse a un consultorio, de qué manera los doctores dejan de lado por varios minutos la atención a sus pacientes para dar preferencia a la recepción, en medio de los turnos, de trajeados visitadores médicos llevando en las valijas no sólo sus promociones, sino también los regalitos de rigor.


LOS ¨¨VISITADORES MÉDICOS¨¨


Luego de un trabajo que le llevó dos años, la Fiscalía de Verona hizo pública hace unos dos años una investigación que sacó a la luz lo que en Italia también era un secreto a voces: médicos que reciben regalos y sumas de dinero de una multinacional farmacéutica a cambio de recetar sus productos. La acusación apuntó, con nombres y apellidos, nada menos que a 4.400 médicos de toda Italia y a 273 dirigentes y empleados del grupo británico Glaxo Smith Kline (GSK), uno de los líderes mundiales del sector, cuya sede italiana se encuentra precisamente en Verona. Las prácticas en cuestión se llevaron a cabo en el período 1999-2002, y las acusaciones van de soborno y corrupción a asociación delictiva en el caso de algunos dirigentes de Glaxo en Italia.
La investigación se originó en la región del Véneto, cuando la Policía Fiscal descubrió en la contabilidad de la compañía una cantidad exagerada, de alrededor de 100 millones de euros, destinada a “promoción”. La Fiscalía acusó a Glaxo de haber desembolsado un millón de euros anuales para que los médicos prescribieran determinados fármacos y se atuvieran al catálogo de la compañía.
De acuerdo a lo explicado por la policía italiana, todo el sistema de “comisiones” y regalos era controlado por un sistema informático conocido con la clave “Giove”, en el que era registrado el rendimiento de cada médico y en base a ello se establecía la importancia del premio
Los métodos de captación de los profesionales utilizados por Glaxo incluían viajes a lugares paradisíacos, relojes de oro, computadoras personales y dinero en efectivo.

Hubo un grupo de 60 médicos investigados, adscriptos a servicios de oncología, que participaron en un programa denominado Hycantim, un producto para el tratamiento de tumores. Según las acusaciones, esos médicos recibían incentivos por cada paciente al que le prescribían ese fármaco. Uno de los fiscales señaló, al referirse a los ejecutivos de la compañía y el precio del producto: “Para esta gente, cada enfermo valía 4.000 euros. Daba igual si el medicamento era bueno o no, lo importante era tener el mayor número de pacientes”.
Una buena muestra de que la codicia de la industria farmacéutica ha convertido la enfermedad en un negocio.


Bayer, mucho más que una aspirina

Esta multinacional, que también se identifica con agentes de guerra química, con innumerables insecticidas y venenos caseros y con “medicamentos” como la heroína -un temprano patentamiento de Bayer antes de comprobar lo que causaría-, ha trabajado en muchas oportunidades estrechamente con dictadores y criminales de guerra, desde Hitler en adelante. Uno de sus directores, Carl Duisberg, ya se había encargado personalmente de propagar el concepto de “trabajos forzados” durante la Primera Guerra Mundial, idea que posteriormente fue aplicada con mucha más dedicación por los nazis, al someter a esos trabajos forzados a prisioneros de guerra, habitantes de los países ocupados y trabajadores extranjeros. Esto a su vez derivó hacia los asesinatos masivos, muchos de ellos en el campo de concentración cuyos terrenos eran propiedad de la IG Farben y del que se guarda un lamentable recuerdo: Auschwitz. Pero la compañía no sólo colaboró con esos terrenos. También fabricó el gas Zyclon B, utilizado para exterminar judíos en ése y otros campos de concentración. Después de la Segunda Guerra Mundial, la IG Farben se fragmentó en las empresas Bayer, BASF y Hoechst, pero ninguna de las tres indemnizó adecuadamente a las víctimas, sobrevivientes o familiares

El gran negocio


La globalización ha permitido que se desarrolle una nueva forma de poder, la farmacocracia, capaz de decidir qué enfermedades y qué enfermos merecen cura. Es así como el 90 por ciento del presupuesto dedicado por la industria farmacéutica para la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos está destinado a enfermedades que padece sólo el 10 por ciento de la población mundial. Un tercio de ésta carece de cuidados médicos adecuados. La codicia de las multinacionales del sector, por medio de los aranceles, las trabas burocráticas y la corrupción de los propios gobiernos de los países empobrecidos hacen posible que más de 2.000 millones de personas se vean privadas de su derecho a la salud.
Según la OMS, millones de personas en Africa, Asia y América Latina sufren las llamadas “enfermedades olvidadas”, como el dengue hemorrágico, la filiasis linfática, la oncocercosis, la enfermedad del sueño o el mal de Chagas, que afectan a 750 millones de personas y acaban con la vida de medio millón cada año. Enfermedades causadas generalmente por parásitos, transmitidas por medio de agua insalubre o por picaduras de insectos; pandemias que caen en el olvido porque sólo afectan a las comunidades más pobres; y víctimas que no cuentan con el dinero suficiente para acceder a un tratamiento o una medicación adecuada.
El caso del SIDA es un ejemplo claro de la diferencia que se da a unas enfermedades o a otras, según el nivel adquisitivo de quienes las padecen. En sus comienzos fue una enfermedad mortal de la que pocos habían oído hablar, pero cuando pasó a afectar a personas de los países desarrollados con capacidad para hacerse escuchar, asociarse y reclamar su derecho a la salud, las multinacionales farmacéuticas desarrollaron medicamentos que convierten al SIDA en una enfermedad crónica y no mortal. Aún así, más de cinco millones de personas mueren cada año por el HIV y la mayoría de los enfermos –nueve de cada diez infectados viven en países empobrecidos- no pueden pagarse los tratamientos adecuados.
La vacuna contra el SIDA bien podría llevar años encerrada bajo llave en la caja fuerte de alguna multinacional farmacéutica. Para ninguna de ellas sería rentable comercializarla, sobre todo teniendo en cuenta que las personas más expuestas a esta enfermedad no podrían pagarla y que los enfermos de los países desarrollados ya pagan importantes sumas de dinero para su tratamiento. Este es uno de los abundantes capítulos que pueblan el particular código de “ética” de los grandes grupos químico-farmacéuticos.


Los aquí expuestos han sido, en suma, algunos pocos ejemplos que nos obsequian las multinacionales químicas y farmacéuticas –en buena parte de los casos ocultándolos, disfrazándolos, desmintiéndolos o atacando a quienes se atrevan a denunciar, criticar u oponerse por cualquier medio a sus designios-, y que nos dejan una pregunta prácticamente incontestable: Las grandes compañías del sector, son las que elaboran o compran las patentes de aquellos medicamentos que serán inalcanzables para gran parte de la población mundial por su costo y por los monopolios ejercidos por estas multinacionales respecto a su comercialización.
Si no sabías como operan en el mercado las multinacionales farmacéuticas, ahora lo sabes, por eso cuando tu médico te prescriba una receta, exigirle que indique el nombre genérico del medicamento.