jueves, 11 de octubre de 2012

PRENSA, PODERES Y DEMOCRACIA





LA TIRANÍA DE LA COMUNICACIÓN



Prensa, poderes y democracia
(La presente entrada al blogs, es un resumen del texto original)
                                                                    
                                                                      Alejandro, Peña



Ígnació Ramónet

La relación entre la prensa y el poder es objeto de debate desde hace un siglo, pero sin duda cobra hoy una nueva dimensión. Para abordar el problema hay que empezar por plantear la cuestión del funcionamiento de los media (cuando el autor hace mención a la palabra;  media, se refiere a los medios de comunicación) y, más concretamente, de la información.
Ya no se pueden separar los diferentes medios, prensa escrita, radio y televisión, como se hacía tradicionalmente en las escuelas de periodismo o en los departamentos de ciencias de la información o de la comunicación. Cada vez más, los media se encuentran entrelazados unos con otros. Funcionan en bucles de forma que se repiten y se imitan entre ellos, lo que hace que carezca de sentido separarlos y querer estudiar uno solo en relación con los otros.
Se ha repetido mucho, y durante mucho tiempo, que la prensa - o la información en un sentido más amplio - era el cuarto poder. Se decía esto para oponerla a los tres poderes tradicionales definidos por Montesquieu, y se precisaba: la prensa es el poder que tiene como misión cívica juzgar y calibrar el funcionamiento de los otros tres.
Pero si se quisiera clasificar los poderes, como se hacía en los años veinte y treinta, se vería que los media han ascendido, han ganado posiciones y que hoy se sitúan, como instrumento de influencia (que puede hacer que las cosas cambien) por encima de un buen número de poderes formales.
Este hecho hace que sea necesario reflexionar sobre la información. ¿Cómo funciona? ¿A qué estructuras responde?
Esta desconfianza respecto a los media es relativamente nueva. El citado sondeo de Télérama se viene haciendo desde hace veinte años y si se analiza su evolución se observa que prácticamente desde su creación hasta finales de los años ochenta no existía globalmente desconfianza hacia los media. 
Por otra parte, todavía no hace mucho tiempo que la prensa escrita estaba dotada de una capacidad para revelar las disfunciones de la política lo que, en ocasiones, resultaba totalmente espectacular. El asunto Watergate demuestra muy bien cómo dos periodistas menores, Woodward y Bernstein, de un periódico en absoluto dominante en su país, el Washington Post, pudieron hacer caer al hombre más poderoso de la tierra, el presidente de Estados Unidos
Esta nueva concepción de la información hace que hoy exista un concepto cada vez más importante y al mismo tiempo cada vez más equívoco, el de la verdad. ¿Dónde está la verdad? Se podrá decir: yo vi lo que pasó ¿Cómo es posible? Pues porque esta concepción de la información plantea un camino que conduce a un efecto equívoco. En el momento en que asisto a una escena que suscita mi emoción ¿dónde está la verdad? ¿En las circunstancias objetivas que rodean a esta escena como acontecimiento y como hecho material, o en el sentimiento que experimento?
¿Qué es lo verdadero? ¿Las circunstancias que hacen que se produzca ese acontecimiento o las lágrimas que caen de mis ojos y que son, realmente, materiales y concretas? Y, además, como mis lágrimas son verdaderas yo creo que lo que he visto es verdadero. Y resulta evidente que se trata de una confusión que la emoción puede crear a menudo y contra la cual es muy difícil protegerse.
Este universo que ha creado tal nivel de confusión concede a la televisión el papel de piloto en materia informativa. Obliga a los otros media a seguirla o a tomar distancia, pero, en todo caso, a situarse respecto a la televisión.
Ya hacia finales de los anos ochenta la televisión, que era el media dominante en materia de diversión y ocio, se convirtió también en el primero en materia de información. La mayoría de las personas se informan, esencialmente, por medio de la televisión. La televisión tomó, pues, la dirección de los media y ejerce su hegemonía, con todas las confusiones que provoca respecto al concepto de actualidad.
¿Cuál es la actualidad hoy? Es lo que la televisión dice que es actualidad. Y aquí aparece otra confusión respecto a la verdad. ¿Cómo podría definirse la verdad? Hoy la verdad se define en el momento en que la prensa, la radio y la televisión dicen lo mismo respecto a un acontecimiento. Y sin embargo, la prensa, la radio y la televisión pueden decir lo mismo sin que sea verdad.
¿Qué medios tengo para averiguar que se falsea la verdad? No puedo comparar unos media con otros. Y si todos dicen lo mismo no estoy en condiciones de llegar, por mí mismo, a descubrir lo que pasa.
La televisión empezó a mostrar imágenes, por tanto, se oye hablar de un acontecimiento pero la información está muy lejos de ser clara. Se encuentra viciada por la idea de que si un acontecimiento se produce hay que mostrarlo. Y se llega a hacer creer que hoy no puede existir un acontecimiento sin que no sea grabado y no pueda ser seguido, en directo y en tiempo real.
Esa es toda la ideología de la CNN, la nueva ideología de la información en continuo y en tiempo directo, que la radio y la televisión han adoptado. Esa idea de que el mundo tiene cámaras en todas partes y que cualquier cosa importante que se produzca, debe ser grabada. Y si no se graba, no es importante. Lo que hace que, en esa línea, un informe de UNICEF, un informe de la Organización Internacional del Trabajo o un informe de Amnistía Internacional sean mucho menos importantes que cualquier acontecimiento que dispone de un capital de imágenes.
Principios que crean confusiones incluso entre los demócratas más sinceros, y que crean una dificultad indiscutible para articular la ecuación: información = libertad = democracia.

Todo esto plantea la cuestión de la objetividad y de los criterios que determinan la veracidad de los hechos. La búsqueda de objetividad es la propia base del oficio de periodista, que permite al lector poder diferenciar bien los hechos establecidos en principio, de las opiniones.
En principio, un discurso de propaganda es un discurso que intenta o bien construir hechos o bien ocultarlos. Lo que hay que comprender bien es que está en otra esfera informacional. Tomemos, por ejemplo, una cuestión tan elemental como la de la censura. Se podría decir que un discurso de propaganda es un tipo de discurso de censura. O bien el discurso de censura es un discurso que consiste, esencialmente, en suprimir, amputar, un cierto número de aspectos de éstos, o el conjunto de los hechos verdaderos o
por demasía, por acumulación, por asfixia. ¿Cómo ocultan hoy la información? Por un gran aporte de ésta: la información importante se oculta porque hay demasiada para consumir y, por tanto, no se percibe la que falta.
Una de las grandes diferencias entre el universo en el que vivimos y el que le precedió inmediatamente, hace apenas algunos decenios, es que la información fue durante siglos, una materia extremadamente escasa. Tan escasa (que es lo mismo que sucede cuando se oculta) que precisamente se podría decir que quien tenía la información tenía el poder. Finalmente, el poder es el control de la información, es el control de la circulación de la comunicación.

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