LA
TIRANÍA DE
LA COMUNICACIÓN
Prensa, poderes y democracia
(La presente entrada al blogs, es un resumen del texto
original)
Alejandro, Peña
Ígnació Ramónet
La
relación entre la prensa y el poder es objeto de debate desde hace un siglo,
pero sin duda cobra hoy una nueva dimensión. Para abordar el problema hay que
empezar por plantear la cuestión del funcionamiento de los media (cuando
el autor hace mención a la palabra; media, se refiere a los medios de comunicación)
y, más concretamente, de la información.
Ya
no se pueden separar los diferentes medios, prensa escrita, radio y televisión,
como se hacía tradicionalmente en las escuelas de periodismo o en los
departamentos de ciencias de la información o de la comunicación. Cada vez más,
los media se encuentran entrelazados unos con otros. Funcionan en bucles de
forma que se repiten y se imitan entre ellos, lo que hace que carezca de
sentido separarlos y querer estudiar uno solo en relación con los otros.
Se
ha repetido mucho, y durante mucho tiempo, que la prensa - o la información en
un sentido más amplio - era el cuarto poder. Se decía esto para oponerla a los
tres poderes tradicionales definidos por Montesquieu, y se precisaba: la prensa
es el poder que tiene como misión cívica juzgar y calibrar el funcionamiento de
los otros tres.
Pero
si se quisiera clasificar los poderes, como se hacía en los años veinte y
treinta, se vería que los media han ascendido, han ganado posiciones y que hoy
se sitúan, como instrumento de influencia (que puede hacer que las cosas
cambien) por encima de un buen número de poderes formales.
Este
hecho hace que sea necesario reflexionar sobre la información. ¿Cómo funciona?
¿A qué estructuras responde?
Esta
desconfianza respecto a los media es relativamente nueva. El citado sondeo de
Télérama se viene haciendo desde hace veinte años y si se analiza su evolución
se observa que prácticamente desde su creación hasta finales de los años
ochenta no existía globalmente desconfianza hacia los media.
Por
otra parte, todavía no hace mucho tiempo que la prensa escrita estaba dotada de
una capacidad para revelar las disfunciones de la política lo que, en
ocasiones, resultaba totalmente espectacular. El asunto Watergate demuestra muy
bien cómo dos periodistas menores, Woodward y Bernstein, de un periódico en
absoluto dominante en su país, el Washington Post, pudieron hacer caer al
hombre más poderoso de la tierra, el presidente de Estados Unidos
Esta
nueva concepción de la información hace que hoy exista un concepto cada vez más
importante y al mismo tiempo cada vez más equívoco,
el de la verdad. ¿Dónde está la verdad? Se podrá decir: yo vi lo que pasó ¿Cómo
es posible? Pues porque esta concepción de la información plantea un camino que
conduce a un efecto equívoco. En el momento en que asisto a una escena que
suscita mi emoción ¿dónde está la verdad? ¿En las circunstancias objetivas que
rodean a esta escena como acontecimiento y como hecho material, o en el
sentimiento que experimento?
¿Qué
es lo verdadero? ¿Las circunstancias que hacen que se produzca ese
acontecimiento o las lágrimas que caen de mis ojos y que son, realmente,
materiales y concretas? Y, además, como mis lágrimas son verdaderas yo creo que
lo que he visto es verdadero. Y resulta evidente que se trata de una confusión
que la emoción puede crear a menudo y contra la cual es muy difícil protegerse.
Este
universo que ha creado tal nivel de confusión concede a la televisión el papel
de piloto en materia informativa. Obliga a los otros media a seguirla o a tomar
distancia, pero, en todo caso, a situarse respecto a la televisión.
Ya
hacia finales de los anos ochenta la televisión, que era el media dominante en
materia de diversión y ocio, se convirtió también en el primero en materia de
información. La mayoría de las personas se informan, esencialmente, por medio
de la televisión. La televisión tomó, pues, la dirección de los media y ejerce
su hegemonía, con todas las confusiones que provoca respecto al concepto de
actualidad.
¿Cuál
es la actualidad hoy? Es lo que la televisión dice que es actualidad. Y aquí
aparece otra confusión respecto a la verdad. ¿Cómo podría definirse la verdad?
Hoy la verdad se define en el momento en que la prensa, la radio y la
televisión dicen lo mismo respecto a un acontecimiento. Y sin embargo, la
prensa, la radio y la televisión pueden decir lo mismo sin que sea verdad.
¿Qué medios tengo para averiguar que se
falsea la verdad? No puedo comparar unos media con otros. Y si todos dicen lo
mismo no estoy en condiciones de llegar, por mí mismo, a descubrir lo que pasa.
La
televisión empezó a mostrar imágenes, por tanto, se oye hablar de un acontecimiento
pero la información está muy lejos de ser clara. Se encuentra viciada por la
idea de que si un acontecimiento se produce hay que mostrarlo. Y se llega a
hacer creer que hoy no puede existir un acontecimiento sin que no sea grabado y
no pueda ser seguido, en directo y en tiempo real.
Esa
es toda la ideología de la CNN ,
la nueva ideología de la información en continuo y en tiempo directo, que la
radio y la televisión han adoptado. Esa idea de que el mundo tiene cámaras en
todas partes y que cualquier cosa importante que se produzca, debe ser grabada.
Y si no se graba, no es importante. Lo que hace que, en esa línea, un informe
de UNICEF, un informe de la Organización
Internacional del Trabajo o un informe de Amnistía
Internacional sean mucho menos importantes que cualquier acontecimiento que
dispone de un capital de imágenes.
Principios
que crean confusiones incluso entre los demócratas más sinceros, y que crean
una dificultad indiscutible para articular la ecuación: información = libertad
= democracia.
Todo
esto plantea la cuestión de la objetividad y de los criterios que determinan la
veracidad de los hechos. La búsqueda de objetividad es la propia base del
oficio de periodista, que permite al lector poder diferenciar bien los hechos establecidos en principio, de las opiniones.
En
principio, un discurso de propaganda es un discurso que intenta o bien construir hechos o bien ocultarlos. Lo
que hay que comprender bien es que está en otra esfera informacional. Tomemos,
por ejemplo, una cuestión tan elemental como la de la censura. Se podría decir
que un discurso de propaganda es un tipo de discurso de censura. O bien el
discurso de censura es un discurso que consiste, esencialmente, en suprimir,
amputar, un cierto número de aspectos de éstos, o el conjunto de los hechos
verdaderos o
por
demasía, por acumulación, por asfixia. ¿Cómo ocultan hoy la información? Por un gran
aporte de ésta: la información
importante se oculta porque hay demasiada para consumir y, por tanto, no se
percibe la que falta.
Una
de las grandes diferencias entre el universo en el que vivimos y el que le
precedió inmediatamente, hace apenas algunos decenios, es que la información
fue durante siglos, una materia extremadamente escasa. Tan escasa (que
es lo mismo que sucede cuando se oculta) que precisamente se podría
decir que quien tenía la información tenía el poder. Finalmente, el poder es el
control de la información, es el control de la circulación de la comunicación.
A TRES AÑOS DE LA
LEY DE MEDIOS, CLARIN SIGUE SIN CUMPLIRLA